sabato 2 settembre 2017

ATAQUES DIABOLICOS

ATAQUES DIABÓLICOS

Repetidas veces, al entrar en su celda, Pío encontraba sus cosas en desorden, las mantas de su lecho y sus libros desparramados, y la pared llena de manchas de tintas. Espíritus extraños se le aparecían bajo distintos aspectos, a menudo vestidos de frailes. Una noche se dio cuenta de que su cama estaba rodeada de monstruos horribles que lo recibieron con estas palabras: " Mirad, el santo va a acostarse!" "Si, con vuestro desprecio", fue la respuesta de Pío. Entonces los monstruos lo empujaron, lo zarandearon, lo arrojaron al suelo y contra las paredes, como tantas veces lo hicieron al Cura de Ars, San Juan Bautista Vianney. Todas esas persecuciones, en lugar de debilitarse su fe, la estimulaban. Su vigor físico disminuían, pero su fuerza espiritual aumentaba en proporción. Fray Pío no hablo a nadie de esas visiones, excepto a su confesor. Cierta noche vio entrar en su celda a un monje que le recordó por su aspecto a Fray Agustín, su antiguo confesor. El falso monje le dio consejos y lo exhorto a dejar esa vida de ascetismo y de privaciones, afirmando que Dios no podía aprobar tal sistema de vida. Pío, estupefacto de que el Padre Agustín le dijera tales cosas, le ordeno que gritase junto con el: "Viva Jesús!". El extraño personaje desapareció al punto, dejando tras si un olor pestífero, sulfuroso. Don Salvador Panullo cuenta un incidente ocurrido en los primeros años de sacerdocio del Padre Pío, cuando aun no estaba estigmatizado. Don Salvador fue su confesor durante siete años, sobre todo en las largas temporadas que debió pasar en casa de sus padres por su mala salud. Don Salvador relata lo siguiente: "Un día, el Padre Pío le llevo una carta del Padre Agustín, su superior. Don Salvador solo encontró una hoja en blanco dentro del sobre. Pensando que se trataba de una distracción del Padre Agustín, pidió al Padre Pío que escribiese a su superior para preguntarle que había querido decirle. El joven contesto: "Oh, esta es una de las bromas favoritas del diablo. No hay porque preguntarle al Padre Agustín lo que escribió; yo lo se, porque me lo dijo mi ángel de la guarda". Y a renglón seguido, revelo a Don Salvador el contenido de la carta. Este, previas averiguaciones hechas al Padre Agustín ,tuvo que reconocer la exactitud de las palabras de Pio. Don Salvador, abriendo otro día una carta del Padre Agustín, solo encontró en ella una enorme mancha de tinta. Creyendo estar alucinado, llamo a su sobrina y esta comprobó la misma cosa. Entonces rocío el papel con agua bendita; lentamente fue desvaneciéndose la mancha y a poco apareció la escritura en rasgos muy firmes. El autor obtuvo estos detalles de labios de la misma sobrina del sacerdote.

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