El 26 de septiembre de 1968, el padre Clemente de Wlissingen, ministro general de los capuchinos, presidió los funerales. Se leyó el telegrama de S.S. Pablo VI, y el administrador apostólico, padre Clemente de Santa Maria in Punta, pronunció el elogio fúnebre. El cuerpo del Padre Pío fue bajado a la cripta en cumplimiento de su deseo manifestado en 1923. Aún tenía que sorprender gratamente a sus hijos espirituales con un último hecho extraordinario. Nos lo cuenta un testigo, Henri Bourdeau: «En sus funerales, cuando ya su cuerpo descansaba en la cripta, la multitud se dirigió a la explanada. Luego de una oración, se entonaron los cánticos que le gustaban al Padre. De pronto, se oyeron exclamaciones de alegría: el Padre Pío aparecía, sonriente, en el cristal de su celda. Se veía con claridad su hábito hasta la cintura y el cordón tal y como yo los había visto. A los gritos de «¡Miracolo!» de la muchedumbre, el padre guardián envió un hermano al lugar. Y éste volvió con la increíble información: el Padre aparecía en el cristal. Entonces, para dar una lección de realismo a todos los que podían ser considerados como exaltados, fanáticos, dio orden de abrir la ventana de la celda y extender en ella una tela blanca. Pues bien, después de un "Ah" de decepción, resonaron unos "¡Oh! ¡Oh!" jubilosos y divertidos: la "foto viviente" del Padre aparecía al mismo tiempo en todos los cristales de esa fachada del convento de Santa Maria delle Grazie».
S.S. Pablo VI pondrá al Padre Pío como ejemplo a los capuchinos: «Seguid el ejemplo de vuestro santo hermano fallecido hace poco, el Padre Pío. ¡Mirad qué fama ha tenido! ¡Qué multitud de todo el mundo ha reunido a su alrededor! ¿Y por qué? ¿Era filósofo, sabio? ¿Disponía de medios enormes? No. Decía misa humildemente, confesaba desde la mañana a la noche y era –es difícil decirlo –el representante de Nuestro Señor, marcado por las llagas de nuestra Redención. Un hombre de oración y sufrimiento. Esa es la razón por la que sentimos hacia él un agradecido afecto».
S.S. Pablo VI pondrá al Padre Pío como ejemplo a los capuchinos: «Seguid el ejemplo de vuestro santo hermano fallecido hace poco, el Padre Pío. ¡Mirad qué fama ha tenido! ¡Qué multitud de todo el mundo ha reunido a su alrededor! ¿Y por qué? ¿Era filósofo, sabio? ¿Disponía de medios enormes? No. Decía misa humildemente, confesaba desde la mañana a la noche y era –es difícil decirlo –el representante de Nuestro Señor, marcado por las llagas de nuestra Redención. Un hombre de oración y sufrimiento. Esa es la razón por la que sentimos hacia él un agradecido afecto».
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