sabato 2 settembre 2017

SACERDOCIO

SACERDOCIO

Los Superiores, pensando que no viviría mucho, dado su grave estado de salud, obtuvieron una dispensa de nueve meses sobre la edad canónica, que era de 24 años, y fue ordenado sacerdote a los 23 años en la catedral de Benevento, en la capilla de los canónigos, el 10 de agosto de 1910. Ese día de su ordenación sacerdotal renovó su ofrecimiento de víctima por la salvación del mundo27 . Los Superiores le obsequiaron un cáliz y ornamentos propios para su uso personal, a fin de no contagiar a otros sacerdotes. Dos años más tarde, el 9 de agosto de 1912, escribía al padre Agustín: Mi pensamiento vuela al hermoso día de mi ordenación sacerdotal. He comenzado a gozar de nuevo la alegría de aquel día sagrado para mí. Desde esta mañana he disfrutado del gozo del paraíso. ¿Qué será cuando lo gustemos eternamente? El día de san Lorenzo (de 1910) fue el día en que mi corazón estuvo más encendido de amor por Jesús. ¡Qué feliz fui y cuánto gocé aquel día! El 4 de agosto celebró su primera misa solemne en Pietrelcina. El 17 de agosto le escribe a su director el padre Benito: Por varios días he estado un poco enfermo a causa de la demasiada emoción de estos días. Mi corazón está rebosante de alegría y desea cada vez con más fuerza tener alguna aflicción para ofrecérsela a Jesús28 . Después de su ordenación sacerdotal tuvo que permanecer varios meses en su pueblo por causa de su enfermedad. Los Superiores, viendo que su enfermedad iba para largo y que no podía cumplir sus deberes religiosos, ya que, cuando lo enviaban a un convento, se enfermaba más gravemente, pensaron seriamente en pedir para él la salida de la Orden para que fuera sólo sacerdote diocesano. El general de la Orden se lo comunicó. Esto le hizo sufrir mucho, pues quería vivir y morir como fraile capuchino. En un éxtasis de 1911 se lamentaba con su padre san Francisco y le decía: “Padre mío, ¿ahora me sacas de la Orden? Por caridad, mejor hazme morir”. Pero el padre san Francisco le reveló que permanecería en su casa con el hábito, sin salir de la Orden hasta que el Señor dispusiera otra cosa29 . Felizmente, el general de la Orden reconsideró la decisión y pidió a Roma solamente el permiso para permanecer fuera de la Orden, siendo capuchino. Así obtuvo permiso de 1911 a 1914. De hecho, estaría en su pueblo hasta 1916. En ese tiempo hubiera deseado ayudar al párroco en las confesiones; pero, a pesar de pedir insistentemente al padre provincial que le obtuviera el permiso para confesar, se lo negó, diciendo que estaba enfermo y que, si estuviera sano, no estaría en su casa. El padre Tarsicio dice que durante los años 1910-1916, que el padre Pío permaneció en su pueblo de Pietrelcina, daba catecismo a los niños y preparaba los cantos para el mes de mayo y la Semana Santa, ya que tenía una bella voz. Celebraba la misa hacia las cinco y media de la mañana durante una hora y media. Cuando estaba en éxtasis durante la misa o en otras horas del día, volvía en sí cuando el arcipreste Salvatore Pannullo se lo pedía mentalmente. Todo esto me lo ha confiado su sobrina Graziella . Dice el padre Agustín, su director espiritual: En Pietrelcina sólo sabía algo de los fenómenos sobrenaturales del padre Pío, el arcipreste Pannullo, pues yo le informé, dado que el padre Pío debía confesarse con él mientras estaba en el pueblo. Ya entonces la gente lo consideraba un santo. Una vez, una persona me dijo: “Si usted nos lo quita, le rompemos la cara”. Y en una ocasión me amenazaron de verdad31 . Un día, después de la misa, el padre Pío se fue a dar gracias detrás del altar y cayó desvanecido. A mediodía todavía no despertaba. El sacristán lo vio en tierra como muerto y corrió a decírselo al arcipreste, quien le dijo que no se preocupara que ya “resucitaría”. Fue a la iglesia y dijo: “Padre Pío, vuelve en ti”, y así lo despertó. El padre Pío preguntó: - ¿Qué hora es? - Ya es pasado el mediodía. - ¿Me ha visto alguien? - No, no te ha visto nadie. El padre Pío se frotó los ojos y salió. Esto lo contaba Rosina Panullo, sobrina del arcipreste32 . El 17 de febrero de 1916 los Superiores intentaron de nuevo enviarlo al convento de Foggia y allí estuvo siete meses en el convento de santa Ana. El mismo día de su llegada fue a visitar a su hija espiritual, la señorita Raffaelina Cerase, que estaba muy grave.

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