sabato 2 settembre 2017

SUS PADRES

SUS PADRES

 Vivían en el pueblecito de Pietrelcina a 12 kilómetros de Benevento y 50 de Nápoles. Actualmente tiene unos 3.400 habitantes, pero en los primeros años de la vida de nuestro santo tenía unos 4.250. Su caída se debió a la emigración de los lugareños en busca de un futuro mejor, especialmente a países como Estados Unidos, Canadá, Brasil o Argentina. El pueblo está situado en una zona agrícola ondulada de colinas a una altura de 351 m. sobre el nivel del mar. Al casarse sus padres, el 8 de junio de 1881, se fueron a vivir a una casita de una sola habitación de planta baja, que fue de su propiedad desde el primer momento. Se dedicaban a la agricultura y tenían un terreno propio de una hectárea en el lugar llamado Piana Romana a media hora, a las afueras del pueblo. A su padre Grazio Forgione le llamaban tío Horacio o tío Razio. Era analfabeto, pero enérgico, inteligente y hábil para el trabajo. A su madre, María Giuseppa di Nunzio, la llamaban Mamma Peppa. Era de agradable figura, de carácter decidido, seria, respetuosa y religiosa. Formaban un matrimonio muy unido en medio de los trabajos y limitaciones de la vida diaria. Tuvieron siete hijos: Miguel (1882-1967); Francesco, que no vivió ni un mes; Amalia (1885-1887); Francesco (padre Pío); Felicita (1889-1918), Pellegrina (1892-1944) y Grazia (sor Pía), que vivió de 1894 a 1969. Era una familia pobre y religiosa, donde nunca faltó lo suficiente para vivir, aunque no disponían de dinero en efectivo. El padre Pío dirá años más tarde: En mi casa era difícil encontrar diez liras, pero nunca faltaba nada1 . Cuando creció y quiso ser religioso, su padre decidió emigrar para hacerlo estudiar. Primero fue a Nueva York, en Estados Unidos, desde 1898 a 1903. Más tarde, en 1910, fue a Argentina, donde estuvo siete años. Su padre murió en octubre de 1946, estando en san Giovanni Rotondo, cerca del convento de su hijo en la casa de María Pyle, la americana. Murió el 7 1 Positio III/1, p. 11. 6 de octubre, estando presente el padre Pío, quien lo visitó varias veces en los últimos días de su enfermedad2 . Su madre murió el 3 de enero de 1929 también en san Giovanni Rotondo en la misma casa de María Pyle, bienhechora de los padres capuchinos. Su madre había ido a visitarlo para pasar las Navidades de 1928 con su hijo. Iba todos los días a misa para recibir la comunión de sus manos, a pesar del intenso frío. La noche de Navidad, después de la misa de medianoche, se enfermó de pulmonía doble. El padre Pío estuvo a su lado hasta el último momento, llevándole la comunión todos los días y administrándole los últimos sacramentos. Cuando expiró, el padre Pío se deshizo en lágrimas. Era un llanto de amor y repetía: Mamma mia, bella mammetta mia. Su madre tenía 70 años y fue sepultada en el cementerio de san Giovanni Rotondo, vestida de terciaria franciscana. Las exequias fueron impresionantes y participó toda la población. Fue un verdadero triunfo de oraciones y de flores. Un homenaje a la madre de un gran santo, que no sólo lo trajo al mundo sino que lo supo guiar en sus primeros pasos por el camino de Dios. ¡Cuántos sacerdotes deben su vocación al amor y a la fe de sus madres!  

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