sabato 2 settembre 2017

EN EL CONFESIONARIO

Un joven complotaba matar a su mujer

Es evidente que el Padre Pío, en su unión con Cristo, toma sobre si todos los pecados que cada penitentes le confiesa, antes de darle la absolución. Esto le causa mas sufrimientos que sus llagas, y esas patentes suyas son patentes a todos los ojos. Algunos afirman haber visto un sudor de sangre en su frente mientras ellos describían sus infidelidades. El Padre Pío lleva sobre sus hombros una pesada carga, no solo su propia cruz, sino la de todos sus peregrinos pecadores. Un día, un medico vio como se le crispaba el rostro y lo oyó exclamar:" Oh, almas, almas! Que precio cuesta vuestra salvación!". Ve pasar ante si a seres tarados, repugnantes, monstruosos, pero su misericordia se conserva mas fuerte que su indignación. Un joven complotaba matar a su mujer y simular que se trataba de un suicidio, para poder así continuar sin tropiezos una unión ilícita. A fin de apartar toda sospecha de culpabilidad, consistió en escoltar a su compañera a San Giovanni. No bien puso los pies en la Iglesia, sintiéndose atraída por una fuerza magnética hacia la sacristía, que se encuentra en el otro extremo de la Iglesia, detrás del altar mayor. El Padre Pío, desocupado en ese momento, se acerco para interrogarle. El hombre no había pronunciado una sola palabra, cuando sintió que lo tomaban del brazo y lo empujaban con violencia " Sal , sal de aquí!" - Le gritaba el fraile - . Miserable! Ignoras que no tienes el derecho de manchar tus manos con la sangre de tu esposa?". El hombre huyo como empujado por la tormenta. Durante dos días vago sin rumbo. En la imposibilidad de recordar la calma, volvió al monasterio, y el Padre Pío lo acogió como acogía Jesús a los grandes pecadores. Cuando el hombre hubo terminado su tremenda confección, le dijo: "No teníais hijos y ambos deseabais uno. Vuelve a tu hogar, y vuestro deseo se cumplirá". Cuando su mujer, a quien nunca había visto el Padre Pío, vino un día a confesare, a las primeras palabras que pronuncio oyó que el Padre le decía: "No temas nada ya; su marido no le hará ningún mal". Después de años de esterilidad, ella dio a luz una criatura.

Es verdad que los penitentes del Padre Pío recaen muchas veces en el pecado, cosa que ocurre también con los miracules de Lourdes. La lucha de Satanás contra su gran enemigo, Pío, es formidable y constante; pero al final siempre triunfa el Señor. El Padre nunca abandona a sus ovejas que el ha llevado al redil; si recaen, las castiga con mayor severidad, eso es todo. No deja nunca jamas de rezar con igual fervor por la conversión de cada uno de sus penitentes. Durante la ultima guerra, un hombre fue a San Giovanni para confesarse con el Padre Pío y trato de ocultarle la angustia de su corazón. Muchos de sus parientes habían muerto a raíz de un bombardeo, y el se preguntaba si estarían preparados para una muerte repentina. El hombre titubeaba antes de confiar su temor al sacerdote, cuando este, leyendo en su corazón, afirmo: "Hijo, todos se han salvado". A otra que persona que suspiraba: "Oh, Padre, yo no creo en Dios!". le contesto: "Pero usted cree en usted!". Una viuda no osaba preguntarle si su marido, muerto cuatro años atrás, estaba aun en el purgatorio; antes de que esta hablara, el Padre le aseguro: "Su marido esta en el cielo". Pero no siempre responde a tales preguntas, y cuando le hacen por carta, suele contestar simplemente: "Resígnese, confíe en la divina misericordia". O:" No puedo contestar a esa pregunta". Y a tanto que averiguan la suerte de un esposo o de un hijo soldado..., Una vez el Padre Pío le contesto con claridad: "Ha muerto", pero las mas de las veces da una respuesta evasiva, demostrando así que Dios no se lo revela todo. También es director de almas buenas, humildes, que lo consuelan de su trato con los réprobos. A sus hijos espirituales les pide un esfuerzo continuo hacia la perfección y la fidelidad a la vida de la gracia. Algunos tienen sed de Dios; a estos les tiende una mano y les dice: "Valor! Hay que ser mas paciente, mas constantes, mas generosos". Y les da la absolución con una sonrisa angelical, celestial. Si posa su mano estigmatizada sobre sus cabezas para bendecirlos, la emoción de sus penitentes se suele manifestar con lagrimas. Es como si Cristo, vuelto a este mundo, les manifestara su presencia. El Padre Pío nos exhorta detestar nuestras faltas. Sus palabras revelan una profunda sabiduría cristiana y la Santidad fundamental de un hombre que vive en la tierra con la vida del cielo.

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