sabato 2 settembre 2017

SAN GIOVANNI ROTONDO

SAN GIOVANNI ROTONDO

El padre Paolino, Superior del convento de san Giovanni Rotondo, visitando el convento de Foggia, invitó al padre Pío a pasar unos días de descanso en su convento de san Giovanni Rotondo. El padre Pío llegó el 28 de julio de 1916. Los días que permaneció estuvo bien de salud. Visto lo cual, el padre provincial, padre Benito, su director espiritual, le pidió que permaneciera allí de modo provisional, pero el Señor lo quería allí para siempre y allí se quedó hasta el fin de sus días. Le encomendaron la dirección espiritual de los fratrini, unos 30 estudiantes de 11 a 16 años que aspiraban a la vida religiosa. A ellos los confesaba y les daba charlas espirituales. Uno de ellos recordaba: Un día salimos de paseo y, al llegar a un lugar de descanso, nos reunimos con el padre Pío para que nos contara alguna anécdota, pero aquel día el padre estaba triste. En un cierto momento estalló en llanto y dijo: “Uno de vosotros me ha traspasado el corazón”. Sentimos una gran curiosidad sobre qué había pasado. Entonces él, muy serio, nos dijo: “Esta mañana uno de vosotros ha hecho una comunión sacrílega. Y yo mismo se la he dado durante la misa conventual”. Ante esas palabras, uno de nosotros cayó de rodillas y, llorando, dijo: “He sido yo”. El padre lo hizo levantar y nos hizo alejar para hablar a solas con él. Lo confesó y continuamos el paseo48 . El padre Emilio de Matrice contaba que en el año 1916, siendo estudiante en el convento de san Giovanni Rotondo, el padre Pío era director espiritual de los colegiales y dormía en una habitación junto al dormitorio de ellos. Una noche le oí repetir: “Madre mía, Virgen María, ayúdame”. Oía carcajadas horribles, ruidos de hierros que se retorcían y cadenas que se arrastraban por el suelo. Yo estaba casi sin respirar de miedo. A la mañana siguiente vi que los hierros que sostenían las cortinas de su cama estaban retorcidos en tierra y el padre Pío estaba con un ojo hinchado y sentado en una silla. Yo le dije: “Padre, padre, ¿qué ha pasado esta noche?”. Él me dijo que debía estar callado y que fuera a llamar al padre Paolino que dormía en otra celda. Todos los colegiales querían saber qué había pasado al padre Pío. Un día, ante nuestra insistencia, nos reveló el secreto. Declaró: “¿Queréis saber por qué el demonio me dio unos buenos bastonazos? Por defender como padre espiritual a uno de vosotros. Estaba con una fuerte tentación contra la pureza y, mientras invocaba a la Virgen, me pedía ayuda también a mí. Inmediatamente, corrí en su ayuda, rezando el rosario y hemos vencido. El joven tentado se libró de la tentación y se durmió hasta la mañana, mientras yo continué la lucha. Fui golpeado, pero gané la batalla”. Desde aquel día, antes de acostarnos, rezábamos todos tres avemarías a la Virgen para que guardara nuestra pureza49 . Otro suceso lo refiere el padre Jacinto D´Addario en sus Testimonios sobre el padre Pío: Un día estaba yo triste, porque no recibía noticias de mi casa. El padre Pío se me acercó y me dijo: “No te preocupes, quédate tranquilo, están todos bien y ahora recibirás una carta”. Algunos minutos después, llegó fray León con la correspondencia y me entregó una carta de la familia50 . A la vez que era director de los estudiantes, la gente del pueblo comenzó a visitarlo y a confesarse con él. Así se formó un grupo de unas 30 mujeres que eran sus hijas espirituales y a quienes también daba charlas espirituales.

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