sabato 2 settembre 2017

LA CONFESIÓN

LA CONFESIÓN

"El Padre Pío, dice uno de sus superiores - es un sacerdote que cumple asiduamente con sus deberes de estado". Efectivamente, toma parte en todas las obligaciones de la comunidad, salvo las vísperas de las fiestas, en que permanece horas enteras en el confesionario. Se levanta a las tres y media y se prepara para la misa en su celda para no molestar a nadie, y luego va directamente a la sacristía. Al principio, las mujeres formaban fila para confesarse desde las dos de la mañana, y a veces la policía debía dirigir a la multitud que se apiñaba junto al confesionario. Desde enero de 1950, todas las penitentes deben conseguir un numero de orden para evitar confusiones. En 1952 hubo que adoptar el mismo sistema también para los hombres. En 1919, en una carta a M. Caccavo, decía: "Me siento perfectamente bien, pero estoy ocupadisimo día y noche por los cientos de confesiones que tengo que escuchar. No me queda un instante libre, pero tengo que agradecer a Dios pues me ayuda intensamente en mi misterios". Confesar es su principal vocación, la que le permite apaciguar su insaciable sed del almas. Desea ser considerado exclusivamente como confesor. No predica, y el Santo Oficio le ha prohibido escribir. Como San Juan Bautista Vianney, Cura De Ars, pasa sus días en el confesionario, lo que constituye en si un verdadero milagro; porque esto es como alterar el sistema nervioso mas sólido. Empero, el Padre Pío no tiene en cuenta los limites de la resistencia física. El examina, juzga, condena y absuelve según lo que Dios le inspira. Su confesionario es mas que una cátedra, mas que un tribunal, es una clínica para las almas. Acoge a los penitentes de diversas maneras, según las necesidades de cada uno y sin plan preconcebido. Abre los brazos a este en una exuberancia de alegría, diciéndole de donde viene aun antes de que haya abierto la boca. Y a otros los llena de reproches, los amonesta y hasta los trata con rudeza; a algunos se niega a recibirlos y les dice que vuelva mas adelante, cuando estén mejor preparados. La misma afabilidad, la misma sonrisa de bienvenida, la misma severidad se prodiga al sabio, al personaje, al paisano humilde e ignorante. La condición social del penitente nada cuenta; como Teresa Neumann y con igual clarividencia, solo ve su alma, su alma al desnudo. Suele suceder que tenga mas indulgencia con un gran pecador que lo conmueve por su ignorancia de las leyes divinas, que un creyente que no cumple con sus deberes religiosos, una de esas personas que se dicen católicas pero que por pereza no dedican a Dios ni una hora por semana. En donde no encuentra hipocresía sino sinceridad, se muestra bondadoso, con una benevolencia que dilata el corazón del penitente cuando le dice: "Ve en paz, Jesús te ha puesto a prueba y te bendice". Pero a veces recuerda a San Francisco Bautista por su brusquedad, cuando con palabras dura y cortante denuncia el escándalo, sobre todo los chismes y mentiras de las mujeres. También San Felipe Neri se mostraba inflexible con los penitentes que consideran la murmuración como una falta leve. Con mayor severidad aun, condena el Padre Pío los pecados contra la pureza y la maternidad, y no lo perdona sin estar seguro de un firme y categórico propósito de enmiendas; los malhechores que van contra la generación y el matrimonio, deberán varios meses de prueba antes de ser absuelto. A menudo cierra la mirilla del confesionario en la cara de un penitente sin interrogarlo; esto ha ocurrido hasta con personas que se confesaban periódicamente en otro lugar. - Por que? Porque posee el don divino de ver como en un relámpago lo que se le escapa a los confesores ordinarios. El Padre Pío, a no dudarlo, sufre una verdadera agonía cuando el Señor le ordena a tratar con dureza a un alma; pero lo hace así para que su penitente tome conciencia y comprenda que los Sacramentos y la Comunión no son cosa de juego; que es algo grave lavar su alma y recibir a Cristo, a ese Cristo Jesús a quien ama el Padre Pío, mientras el pecador y la multitud lo desconocen.

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